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miércoles, 27 de mayo de 2020

Martha Nussbaum: capacidades y educación



Por Ángel Pérez Martínez

Amartya Sen y Martha Nussbaum propiciaron al mundo la discusión sobre cómo medir el desarrollo humano de las naciones más allá de las teorías del bienestar o de los valores, y de las proyecciones definidas en indicadores como el ingreso de las personas o el producto interno bruto de un país.

Ellos introdujeron el enfoque de capacidades humanas, así como la posibilidad de mejorar la calidad de vida de las personas. Además, este enfoque dio origen a las mediciones multidimensionales de pobreza que concretaron entre otros Sen, Sabina Alkire y James Foster, que hoy se realiza en más de 50 países, entre ellos Colombia. El enfoque también subrayó, desde sus inicios, la necesidad de un mayor esfuerzo por articular la filosofía con la economía con el propósito de lograr que una sociedad sea sensible a la situación particular de las personas y a la búsqueda real de mayor justicia social.

La preocupación inicial de Sen, luego compartida por Nussbaum, fue responder a la pregunta sobre cómo los países pueden crecer su economía y su riqueza, como sucedió en Suráfrica y ha sucedido en Colombia (o cómo puede una país tener un sistema con una alta participación política como sucedió en la India), pero a la vez, mantener a millones de personas viviendo con toda clase de desigualdades, de discriminación contra las mujeres y con otros grupos sociales, y de privaciones sustanciales que afectan la realización de una vida con duración normal. Hechos sociales que aún suceden y que no permiten el desarrollo de una vida humana digna y significativa para sí misma, para sus familias y para la sociedad.

En el proceso de encontrar nuevas formas para medir el desarrollo humano, Sen y Nussbaum utilizaron el enfoque de capacidades para poder comparar las calidades de vida de las personas, donde la capacidad se vincula a la libertad de poder elegir qué vida se quiere, para lo que resulta trascendental preguntar y buscar respuestas sobre ¿qué es capaz de hacer y de ser cada persona?

En palabras de Nussbaum, en el libro Crear Capacidades: las capacidades “son lo que Sen llama “libertades sustanciales” un conjunto de oportunidades (habitualmente interrelacionadas) para elegir y actuar…La capacidad de una persona hace referencia a las combinaciones alternativas de funcionamiento que le resulta factible alcanzar”. La capacidad viene a ser, por lo tanto, una especie de libertad real, que le permite a la persona elegir las mejores opciones al combinar entre las facultades personales y las oportunidades institucionales alcanzadas o acordadas en el entorno político, social y económico.  

La propuesta de Sen y Nussbaum insiste en la aplicación de principios morales a la esfera de la economía y de las relaciones políticas, pero también, al igual que Rawls a la forma como las instituciones políticas y sociales distribuyen deberes y derechos al interior de la sociedad. Ellos, junto a Rawls y otros, lograron que, respetando al individuo como persona y no en su función utilitarista, a finales del siglo pasado, adquirieran, para el desarrollo del capitalismo, una renovada importancia las discusiones sobre las injusticias y las desigualdades sociales, vinculadas al escaso desarrollo de las capacidades humanas.

Las capacidades humanas no vienen en el ADN de las personas, estas se desarrollan y se adquieren, pero se requieren unos mínimos, que hoy los países tienen entre sus variables de calidad de vida como planear los hijos, garantizar los nutrientes necesarios durante el embarazo, cuidar y atender la salud de las personas y de manera central la educación. En este punto la educación y el rol del Estado es central, dado que a través de las políticas públicas y las instituciones se puede ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas, es decir, lograr que ellas tengan mejores capacidades para el hacer y el ser y para concretar una vida digna a partir de sus preferencias.


Nussbaum ha llamado la atención sobre lo importante que es la educación para el desarrollo de la lista de 10 capacidades (en este punto se separan Nussbaum que prefiere proponer una lista única de capacidades, frente a Sen, quien propone hacer una lista para cada ocasión). Nussbaum sostiene que “para poder utilizar los sentidos, la imaginación, el pensamiento y el razonamiento, y hacerlo de un modo verdaderamente humano, se requiere un modo formado y cultivado por una educación adecuada que incluya (aunque ni mucho menos esté limitada a) la alfabetización y la formación matemática y científica básica”. También, en términos de Nussbaum, se requiere de una educación que forme para la realización de una vida humana con duración normal y que merezca la pena vivirla; una vida con salud e integridad física plena; una vida con emociones que permita sentir apego a cosas o personas externas a nosotros mismos, amar a quienes nos aman y que nos duela su ausencia, inclusive sentir indignación por causas justificadas y defender las formas de asociación humana que nos posibilitan la vida con mayores capacidades.

Así mismo, una vida con razón práctica que permita tener una concepción del bien y la planeación de la vida; una vida que nos permita vivir con y para los demás, reconocer e imaginar la situación del otro, que se nos trate como seres dignos, que nos respetemos nosotros mismos y no nos humillen, en donde seamos seres humanos con igual valía que los demás; una vida donde podamos reír, jugar y disfrutar de actividades recreativas; y una vida donde participemos de manera efectiva en las decisiones políticas que nos gobiernan, donde se respete la libertad de expresión y asociación; y una vida respetuosa de los animales, las plantas y el mundo natural.

Lo anterior explica por qué en el discurso de Nussbaum en la Universidad de Antioquia ella insistió en rescatar las humanidades y las artes porque están siendo eliminadas, tanto en la educación básica como en la educación técnica y universitaria, en casi todas las naciones del mundo. La calidad de vida para fortalecer las capacidades humanas y la libertad y la democracia que garantizan el funcionamiento de las capacidades necesitan de la formación en humanidades (sin ir en contravía de la ciencia) para formar ciudadanos reflexivos, críticos y conscientes de la interdependencia entre los seres humanos y de las injusticias que aún no somos capaces de superar y que hoy ponen en duda la vida y el progreso humano.


miércoles, 11 de septiembre de 2019

Bogotá y el país están en deuda con la educación tecnológica y para el empleo


Bogotá y el país están en deuda con la educación tecnológica y para el empleo
Por Ángel Pérez Martínez

En Colombia la educación orientada al empleo, de manera especial la educación técnica y tecnológica, nunca gozó de prestigio y consideración social, como sí ocurre en países como Alemania, donde se le considera una vía fundamental para la formación de los jóvenes, que permite mejoras para la población en temas como: ingresos, calidad de vida y productividad de la economía.
En el país la ruta de vida que las familias, el entorno social y las escuelas ayudan a inculcar a los niños y los adolescentes se enlazaron sobre el ideal de lograr que los estudiantes de la educación básica y media fueran profesionales a cualquier costo, en el país el 60% de la educación universitaria es privada (2017, SNIES-MEN).

Este hecho, desafortunado para el desarrollo del país, en parte se explica porque el desarrollo tecnológico y la incorporación del conocimiento al empleo nunca fueron una prioridad del Estado, tampoco una exigencia y preocupación fundamental de los empresarios y menos una prioridad de las familias.

Desde la perspectiva de las empresas, con bachillerato o menos están satisfechas, éstas se conformaron y funcionan con escasa productividad y bajos costos operativos. Acá no se requieren tecnólogos, menos los demanda el empleo informal y tampoco la economía ilegal o asociada al narcotráfico. Además, si el mercado ofrece profesionales mal formados y baratos pero que pueden remplazar a un técnico o un tecnólogo ¿cuál es el problema? A no ser que los empresarios se preguntaran ¿si esos profesionales están satisfechos? ¿trabajan con pasión? o ¿ayudan a mejorar productividades?

La economía permite que las unidades productivas, tanto urbanas como rurales, funcionen con salario mínimo o menos, el 81% de los trabajadores en Colombia gana en promedio un salario mínimo mensual vigente, lo que se asocia a bajas productividades y mala calidad del empleo.
Luego cambiar este escenario sobre la formación de los jóvenes con estos antecedentes culturales, sociales y económicos no será fácil. Por tal motivo, hay que celebrar acciones como la elaboración del informe la Educación Orientada al Empleo (EOE), en las 23 principales áreas del país, que presentó el programa Bogotá Cómo Vamos. 

El informe destaca que la “EOE se ha constituido en una alternativa de formación para aquellas personas que no pueden acceder a la educación superior universitaria, por lo cual se percibe como una educación que se recibe más por necesidad que por elección”.

Y es que la educación técnica y tecnológica es la cenicienta de la educación superior; tanto así que la educación técnica está en extinción, en 2010 representaba el 6% del total de la matrícula de la educación superior y en el año 2017 esta participación disminuyó a 4%; en cambio la educación tecnológica ha mantenido su pequeña contribución, 27% de la matrícula total, durante los últimos 7 años. La formación en tecnología en esencia la cubre el SENA, 71% del total de la matrícula, 658.579 estudiantes (datos SNIES-MEN).

De acuerdo con el informe, en las 23 principales áreas del país, el 61.6% de las personas entre 25 y 64 años tienen título de bachillerato o de educación superior. En Bogotá esta proporción es del 67.8%, al discriminar por niveles de formación, el 37% son bachilleres, el 10.9% técnicos y tecnólogos y el 19.2% tienen formación universitaria o de posgrado.

Según el informe de la EOE, la distribución de los programas tecnológicos ofrecidos por áreas del conocimiento, para el año 2018, muestra que los tres más importantes son: economía administración y contaduría, con el 41%; ingeniería, arquitectura, urbanismo y afines con el 33.6%; y bellas artes con el 13%.

En 2016 se graduaron 39.484 estudiantes en educación técnica y tecnológica. Sin embargo, en 2017 se registraron 604.631 vacantes en el Servicio Público de Empleo en Bogotá, de las cuales el 29% (175.625) correspondían a demandas de técnicos y tecnólogos. En 2016, el ingreso laboral promedio de los técnicos en Bogotá fue $1.268.309, mientras que para los tecnólogos el ingreso promedio fue $1.354.853, para comparar el salario mínimo en ese año era de $689.454.

Así mismo, en la Ciudad la tasa de ocupación para personas con formación técnica y tecnológica es superior al 85,5%, 7,8 puntos por encima de la tasa para las personas con bachillerato (77,7%). El informe sobre la formación en EOE señala que en 2017 el porcentaje de quienes no estudian ni participan en el mercado laboral (los NINI), en las 23 principales ciudades y áreas del país fue 23,8%; en Bogotá la cifra de los NINI es más baja, 19,5%, cerca de 350.000 jóvenes entre 18 y 24 años, las mujeres representan alrededor del 65% del total de los NINI.  

Las cifras anteriores sustentan la necesidad en Bogotá y en el resto del país de elaborar una política pública para fortalecer la EOE. No hay duda de que en la Ciudad existe espacio para incrementar la formación técnica y tecnológica. El problema es que ésta debe ser pertinente a las necesidades e intereses de cada ciudad, ¿qué es lo que las empresas están necesitando? y ¿qué quieren estudiar los jóvenes?; en este sentido debe ser claro que programas en tecnología vinculados a áreas como economía, administración y contaduría están saturados. Así mismo, la EOE debe ser de buena calidad y se requiere el compromiso de los empresarios para promover y ayudar a las instituciones que ofrecen los programas de EOE.

Por último, Bogotá y las demás secretarías de educación deben exigir al SENA mejorar la calidad de sus programas. Además, deben realizar ajustes a la educación media, el rendimiento académico y la orientación escolar son medulares al ingreso de los estudiantes a los programas de educación superior, el 42% de los bachilleres de Bogotá en el año 2018 tenían menos de 17 años. ¡Futuros alcaldes no se puede desaprovechar esta oportunidad, hay que hacerlo bien!

martes, 3 de septiembre de 2019

Educación y futuro de la humanidad


Educación y futuro de la humanidad
Por Ángel Pérez Martínez
Por primera vez en la historia de la vida humana, está en duda que la generación siguiente tenga mejor calidad de vida que la actual. A no ser que los seres humanos cambiemos drásticamente nuestro comportamiento autodestructivo.
Comparto la afirmación del educador e investigador de políticas educativas Michael Fullan, quien sostiene que: la humanidad siempre dependió de la dinámica de la evolución para terminar siempre mejor, al final de cada lucha. Durante los últimos 20,000 años, en términos generales, cada generación ha terminado mejor que la anterior, más recursos y mejor calidad de la sociedad. Esta vez no estoy tan seguro. El cambio climático es más nefasto; el futuro de los trabajos es impredecible cuando se mezcla con los robots; además, la capacidad de la humanidad para resolver problemas y finalmente llevarse bien es muy precaria”.
Esta mirada pesimista del futuro de la humanidad es difícil de entender si se observa la mayor velocidad para producir y circular conocimiento; la cantidad de información en tiempo real; la captura de miles de imágenes que no necesitan explicación. Lo anterior contrasta con el bombardeo de mentiras, falsedades y notas irrelevantes que circulan en las redes, pero que se vuelven tendencia en un mundo globalizado que a su vez es cada vez más superficial y banal.
El mundo cambió y se globalizó. La competencia económica y la necesidad de atender las demandas para garantizar nuestra existencia (como alimentos, el cuidado de la salud, el vestuario, el transporte, entre otros) y en algunos casos el confort, exacerban día a día los procesos de globalización y las tasas de desarrollos tecnológicos para producir miles de elementos útiles para la vida, y sin duda muchos inútiles. A la par, se destaca en este siglo, el fortalecimiento de la robótica para incrementar productividades, con bajo costo marginal, o para realizar funciones especializadas que por su grado de exactitud o mecanicidad no es posible que  el hombre las realice. El trabajo humano pasa a segundo plano, nos volvimos obsoletos para algunos procesos productivos y se están remplazando miles de empleos por esta causa; sin dejar de mencionar el desarrollo de programas para sistematizar desde las actividades más complejas hasta las más sencillas de la vida humana.
¿A qué costo? La respuesta al parecer poco importa, tampoco la inestabilidad laboral, la precariedad de los ingresos y las injusticias, como saber que millones de seres humanos padecen hambre o pobreza. Ahora que poseemos información y medimos la pobreza nos acostumbramos a ella, igual ocurre con la violencia y otras conductas que atentan contra la vida humana y su desarrollo. ¿Dónde está la ética?
El futuro es incierto y no podemos predecir con exactitud cuál será el desarrollo de la humanidad en el futuro, ni las condiciones en que se desenvolverá la vida social, familiar, cultural, laboral, y menos cómo se ajustarán a los enormes cambios instituciones como el Estado, las empresas y otras organizaciones sociales como los colegios, universidades y centros de investigación.
En este estadio del desarrollo humano debe aparecer la educación y su gran reto de ayudar a formar buenos seres humanos que ayuden a estudiar y a mantener los equilibrios ambientales, el poder político en favor de la vida y la tierra, y, sobre todo, para contar con seres humano más comprometido con la vida humana con mayor justicia social. 
Por fortuna, en este campo soy optimista. La educación tradicional está cambiando, aunque no tan rápido como se necesita. El maestro que lo sabía todo, tiende a desaparecer, hoy en la institución escolar se acepta que el conocimiento está fuera del aula escolar, que se requiere aprender a elaborar buenas preguntas, a dudar y a buscar información de buena calidad. Por este camino se puede obtener evidencia y conocimiento para mejorar la toma de decisiones. El señor Google puede llegar a ser eficiente en esta tarea, pero es imprescindible aprender a usarlo y volverlo útil para el interés de la vida humana.
Los profesores han entendido que ellos no son la esencia del conocimiento, que su rol cambió. En el aula escolar los docentes son motivadores, coordinadores y sobre todo facilitadores de aprendizajes, desde donde ayudan a resolver problemas o a encontrar respuestas a los estudiantes, así como a validar o a contrastar sus afirmaciones. Los docentes cada más entendieron que en la vida real se impone la colaboración y el trabajo en equipo; por ello, hoy se trabaja en grupos en el aula, se usa menos el tablero, existe menos autoritarismo y se busca con afán la participación de los alumnos. Los ambientes de aprendizaje y enseñanza están cambiando.
También, nuevos retos aparecieron: el manejo de emociones y competencias socio emocionales llegó a la escuela. El dialogo y la participación con los padres de familia hoy se considera imprescindible para los procesos de mejoramiento educativo. Las redes entre docentes y entre éstos y los padres de familia son de uso normal en la mayoría de las aulas. La tecnología empieza a ingresar al aula.
El futuro de la humanidad es incierto, la educación debe jugar su rol con maestros preparados y comprometidos en la formación de los estudiantes y con la comunidad para reversar esta situación de inminente desastre, como sostiene otro estudio: “Para navegar a través de esta incertidumbre, los estudiantes deberán desarrollar curiosidad, imaginación, resiliencia y autorregulación; deberán respetar y apreciar las ideas, perspectivas y valores de los demás; y necesitarán enfrentar el fracaso y el rechazo, y avanzar frente a la adversidad. Su motivación será más que conseguir un buen trabajo y un alto ingreso; También tendrán que preocuparse por el bienestar de sus amigos, familiares, sus comunidades y el planeta
Para entender la necesidad de fortalecer la educación con respecto al futuro de la humanidad, de nuevo retomamos a Fullan: La educación tiene un papel especial que debe desempeñar para poder anticipar y vincular el presente con el futuro en tiempo real. Ninguna otra institución tiene un papel más crítico en salvar a la sociedad de la desintegración en el futuro. De hecho, la educación debe ser la luz al final del túnel, mediante el desarrollo positivo y proactivo de alternativas en tiempo real.


Odio y educación


Odio y educación
Por Ángel Pérez Martínez

La filósofa alemana Carolin Emcke sostiene que: “en un espacio público cada vez más polarizado, se impone una línea de pensamiento que solo permite dudar de las opiniones ajenas, nunca de las propias”.
En su extraordinario libro “Contra el Odio”, Emcke toma posición sobre cómo pensamientos absolutos ligados a estructuras de poder de la sociedad, que pueden estar arriba o debajo de la pirámide social, son los que permiten y sustentan el odio hacia el otro. Cuando odiamos, de alguna manera producimos un sentimiento que se descarga contra el otro, hacer que se sienta mal y hasta lograr, de manera intencionada, que sufra. El odio es irreflexivo, se nutre de pensamientos donde no hay dudas, donde no se cuestiona y no se razona: “si dudaran no podrían estar tan furiosos; odiar requiere una certeza absoluta” dice la autora.
El odio se construye, solo necesita un lenguaje y una persona o un grupo de personas para mentir, engañar o despreciar. Quien odia tiene la necesidad de fortalecer pensamientos o visiones de la vida en términos absolutos, de desarrollar convicciones donde no es posible permitir la tolerancia, el perdón o la humildad. El odio no permite la reflexión o el perdón, menos ponerse en los zapatos del otro, para congraciarse con él. El odio no requiere verdades, ni demostraciones de ninguna índole. A través del odio se exacerban pasiones y ello explica el porqué se actúa más sobre el engaño y la mentira; por eso quienes odian justifican hasta lograr que parezca normal afectar la dignidad y la vida del ser humano. La historia de la humanidad tiene ejemplos aterradores sobre cómo a nombre de verdades absolutas se maltrató, se humilló y hasta se mató.
El odio humano en masa, el odio político, puede justificar la acción violenta contra el otro y dar el paso necesario para justificar la humillación, el maltrato físico y hasta la discriminación humana, que normalmente terminan afectando a los más débiles o a los más indefensos. 
El odio en términos políticos busca dividir, para nada le interesa la verdad, menos los consensos, el fortalecimiento de la democracia y los propósitos comunes de sociedad. El objeto de quienes estimulan el odio desde la política y el poder es cultivar su desarrollo día tras día, acá no hay centro ni tibios, ellos saben que detrás de su accionar político se esconde el propósito de crear fanáticos o enemigos.
Quien odia está obligado a usar un lenguaje directo, a veces brutal, con señalamientos. En lo político se prepara la comunicación con violencia y sinrazones. Trump es un buen ejemplo, la sanción, la amenaza y la dureza de su léxico, son su éxito político; las redes sociales ayudan a cumplir su descarga de emociones vanas que unos compran y otros atacan. Las redes permiten planear piezas comunicativas desde donde se direccionan juicios prefijados: “cuidado viene el chavismo”; “necesitamos un muro en la frontera con México porque ahí entran los malandros latinos”; “a los pobres no hay que regalarles nada porque se malacostumbran” y “la fuerza, la autoridad y el castigo son la ley”
El problema es que el odio se fomenta a partir de conocer bien las pasiones humanas y sus debilidades. En cambio, no odiar parece más complejo, se requiere el uso de la razón y de un pensamiento crítico que privilegie la verdad y los valores colectivos. Más educación y formación para buscar la verdad, controlar lo emocional y reflexionar con sentido humano, contra las verdades absolutas que unos y otros venden. El mejor antídoto al odio es el camino del conocimiento, encontrar respuestas a la duda y la búsqueda de la verdad; cuando se razona no cabe el fanatismo ideológico o la verdad del poder.
Por último, en una sociedad donde la mentira y el odio pululan pienso en las dificultades de los maestros, en su trabajo diario en el aula con 30 o 40 adolescentes o jóvenes, difícil enseñar a respetar al otro, a tener fe, esperanza y amor por la condición humana. Sin embargo, reconozco que existen docentes que logran pensar de manera pedagógica en función de sus estudiantes y del entorno en que ellos conviven, sin dejarse amedrentar por los líderes o la política del odio. Son docentes que entienden que su trabajo con los estudiantes es especial, que requieren unos criterios morales superiores para valorar las acciones de quienes odian y engañan, ellos luchan por formar buenos seres humanos.
Gracias a estos maestros aún en las escuelas priman los principios morales de solidaridad, respeto, equidad y amor, pero sobre todo parece volver a la escuela el pensamiento crítico, como una forma de no dejarse llevar por la ola de la destrucción y el engaño, que es lo que produce el odio humano. 
La sociedad requiere crear zonas protegidas donde no se incuben el odio y otras pasiones mezquinas a la vida humana, algunos pensamos que la escuela y sus maestros siguen siendo un gran acontecimiento para la vida humana en convivencia y sin odio.