EDUCACIÓN Y POLÍTICA PÚBLICA
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domingo, 26 de julio de 2020
miércoles, 27 de mayo de 2020
Martha Nussbaum: capacidades y educación
Por Ángel Pérez Martínez
Amartya
Sen y Martha Nussbaum propiciaron al mundo la discusión sobre cómo medir el
desarrollo humano de las naciones más allá de las teorías del bienestar o de los
valores, y de las proyecciones definidas en indicadores como el ingreso de las
personas o el producto interno bruto de un país.
Ellos
introdujeron el enfoque de capacidades humanas, así como la posibilidad de
mejorar la calidad de vida de las personas. Además, este enfoque dio origen a
las mediciones multidimensionales de pobreza que concretaron entre otros Sen,
Sabina Alkire y James Foster, que hoy se realiza en más de 50 países, entre
ellos Colombia. El enfoque también subrayó, desde sus inicios, la necesidad de un
mayor esfuerzo por articular la filosofía con la economía con el propósito de lograr
que una sociedad sea sensible a la situación particular de las personas y a la
búsqueda real de mayor justicia social.
La
preocupación inicial de Sen, luego compartida por Nussbaum, fue responder a la
pregunta sobre cómo los países pueden crecer su economía y su riqueza, como
sucedió en Suráfrica y ha sucedido en Colombia (o cómo puede una país tener un
sistema con una alta participación política como sucedió en la India), pero a
la vez, mantener a millones de personas viviendo con toda clase de
desigualdades, de discriminación contra las mujeres y con otros grupos sociales,
y de privaciones sustanciales que afectan la realización de una vida con
duración normal. Hechos sociales que aún suceden y que no permiten el
desarrollo de una vida humana digna y significativa para sí misma, para sus
familias y para la sociedad.
En
el proceso de encontrar nuevas formas para medir el desarrollo humano, Sen y
Nussbaum utilizaron el enfoque de capacidades para poder comparar las calidades
de vida de las personas, donde la capacidad se vincula a la libertad de poder
elegir qué vida se quiere, para lo que resulta trascendental preguntar y buscar
respuestas sobre ¿qué es capaz de hacer y de ser cada persona?
En
palabras de Nussbaum, en el libro Crear Capacidades: las capacidades “son lo
que Sen llama “libertades sustanciales” un conjunto de oportunidades
(habitualmente interrelacionadas) para elegir y actuar…La capacidad de una
persona hace referencia a las combinaciones alternativas de funcionamiento que
le resulta factible alcanzar”. La capacidad viene a ser, por lo tanto, una
especie de libertad real, que le permite a la persona elegir las mejores
opciones al combinar entre las facultades personales y las oportunidades
institucionales alcanzadas o acordadas en el entorno político, social y
económico.
La
propuesta de Sen y Nussbaum insiste en la aplicación de principios morales a la
esfera de la economía y de las relaciones políticas, pero también, al igual que
Rawls a la forma como las instituciones políticas y sociales distribuyen
deberes y derechos al interior de la sociedad. Ellos, junto a Rawls y otros, lograron
que, respetando al individuo como persona y no en su función utilitarista, a
finales del siglo pasado, adquirieran, para el desarrollo del capitalismo, una renovada
importancia las discusiones sobre las injusticias y las desigualdades sociales,
vinculadas al escaso desarrollo de las capacidades humanas.
Las
capacidades humanas no vienen en el ADN de las personas, estas se desarrollan y
se adquieren, pero se requieren unos mínimos, que hoy los países tienen entre
sus variables de calidad de vida como planear los hijos, garantizar los
nutrientes necesarios durante el embarazo, cuidar y atender la salud de las
personas y de manera central la educación. En este punto la educación y el rol
del Estado es central, dado que a través de las políticas públicas y las
instituciones se puede ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas, es
decir, lograr que ellas tengan mejores capacidades para el hacer y el ser y
para concretar una vida digna a partir de sus preferencias.
Nussbaum ha llamado la atención
sobre lo importante que es la educación para el desarrollo de la lista de 10 capacidades
(en este punto se separan Nussbaum que prefiere proponer una lista única de
capacidades, frente a Sen, quien propone hacer una lista para cada ocasión). Nussbaum
sostiene que “para poder utilizar los sentidos, la imaginación, el pensamiento
y el razonamiento, y hacerlo de un modo verdaderamente humano, se requiere un
modo formado y cultivado por una educación adecuada que incluya (aunque ni
mucho menos esté limitada a) la alfabetización y la formación matemática y
científica básica”. También, en términos de Nussbaum, se requiere de una
educación que forme para la realización de una vida humana con duración normal
y que merezca la pena vivirla; una vida con salud e integridad física plena;
una vida con emociones que permita sentir apego a cosas o personas externas a
nosotros mismos, amar a quienes nos aman y que nos duela su ausencia, inclusive
sentir indignación por causas justificadas y defender las formas de asociación
humana que nos posibilitan la vida con mayores capacidades.
Así mismo, una vida con razón
práctica que permita tener una concepción del bien y la planeación de la vida;
una vida que nos permita vivir con y para los demás, reconocer e imaginar la
situación del otro, que se nos trate como seres dignos, que nos respetemos
nosotros mismos y no nos humillen, en donde seamos seres humanos con igual
valía que los demás; una vida donde podamos reír, jugar y disfrutar de
actividades recreativas; y una vida donde participemos de manera efectiva en
las decisiones políticas que nos gobiernan, donde se respete la libertad de
expresión y asociación; y una vida respetuosa de los animales, las plantas y el
mundo natural.
Lo anterior explica por qué en
el discurso de Nussbaum en la Universidad de Antioquia ella insistió en
rescatar las humanidades y las artes porque están siendo eliminadas, tanto en
la educación básica como en la educación técnica y universitaria, en casi todas
las naciones del mundo. La calidad de vida para fortalecer las capacidades
humanas y la libertad y la democracia que garantizan el funcionamiento de las
capacidades necesitan de la formación en humanidades (sin ir en contravía de la
ciencia) para formar ciudadanos reflexivos, críticos y conscientes de la
interdependencia entre los seres humanos y de las injusticias que aún no somos
capaces de superar y que hoy ponen en duda la vida y el progreso humano.
*publicado en Revista Dinero. https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/martha-nussbaum-capacidades-y-educacion-por-angel-perez/281726
miércoles, 11 de septiembre de 2019
Bogotá y el país están en deuda con la educación tecnológica y para el empleo
Bogotá y el país están en deuda con la educación tecnológica y para el
empleo
Por Ángel Pérez
Martínez
En Colombia la educación
orientada al empleo, de manera especial la educación técnica y tecnológica, nunca
gozó de prestigio y consideración social, como sí ocurre en países como
Alemania, donde se le considera una vía fundamental para la formación de los
jóvenes, que permite mejoras para la población en temas como: ingresos, calidad
de vida y productividad de la economía.
En el país la ruta de vida que las
familias, el entorno social y las escuelas ayudan a inculcar a los niños y los
adolescentes se enlazaron sobre el ideal de lograr que los estudiantes de la
educación básica y media fueran profesionales a cualquier costo, en el país el
60% de la educación universitaria es privada (2017, SNIES-MEN).
Este hecho, desafortunado para el
desarrollo del país, en parte se explica porque el desarrollo tecnológico y la
incorporación del conocimiento al empleo nunca fueron una prioridad del Estado,
tampoco una exigencia y preocupación fundamental de los empresarios y menos una
prioridad de las familias.
Desde la perspectiva de las empresas, con bachillerato o menos están satisfechas, éstas se conformaron y funcionan con escasa productividad y bajos costos operativos. Acá no se requieren tecnólogos, menos los demanda el empleo informal y tampoco la economía ilegal o asociada al narcotráfico. Además, si el mercado ofrece profesionales mal formados y baratos pero que pueden remplazar a un técnico o un tecnólogo ¿cuál es el problema? A no ser que los empresarios se preguntaran ¿si esos profesionales están satisfechos? ¿trabajan con pasión? o ¿ayudan a mejorar productividades?
La economía permite que las unidades productivas, tanto urbanas como rurales, funcionen con salario mínimo o menos, el 81% de los trabajadores en Colombia gana en promedio un salario mínimo mensual vigente, lo que se asocia a bajas productividades y mala calidad del empleo.
Luego cambiar este escenario
sobre la formación de los jóvenes con estos antecedentes culturales, sociales y
económicos no será fácil. Por tal motivo, hay que celebrar acciones como la
elaboración del informe
la Educación Orientada al Empleo (EOE), en las 23 principales áreas del país,
que presentó el programa Bogotá Cómo Vamos.
El informe destaca que la “EOE se ha constituido en una alternativa de formación para aquellas personas que no pueden acceder a la educación superior universitaria, por lo cual se percibe como una educación que se recibe más por necesidad que por elección”.
Y es que la educación técnica y tecnológica es la cenicienta de la educación superior; tanto así que la educación técnica está en extinción, en 2010 representaba el 6% del total de la matrícula de la educación superior y en el año 2017 esta participación disminuyó a 4%; en cambio la educación tecnológica ha mantenido su pequeña contribución, 27% de la matrícula total, durante los últimos 7 años. La formación en tecnología en esencia la cubre el SENA, 71% del total de la matrícula, 658.579 estudiantes (datos SNIES-MEN).
De acuerdo con el informe, en las 23 principales áreas del país, el 61.6% de las personas entre 25 y 64 años tienen título de bachillerato o de educación superior. En Bogotá esta proporción es del 67.8%, al discriminar por niveles de formación, el 37% son bachilleres, el 10.9% técnicos y tecnólogos y el 19.2% tienen formación universitaria o de posgrado.
Según el informe de la EOE, la distribución de los programas tecnológicos ofrecidos por áreas del conocimiento, para el año 2018, muestra que los tres más importantes son: economía administración y contaduría, con el 41%; ingeniería, arquitectura, urbanismo y afines con el 33.6%; y bellas artes con el 13%.
En 2016 se graduaron 39.484 estudiantes en educación técnica y tecnológica. Sin embargo, en 2017 se registraron 604.631 vacantes en el Servicio Público de Empleo en Bogotá, de las cuales el 29% (175.625) correspondían a demandas de técnicos y tecnólogos. En 2016, el ingreso laboral promedio de los técnicos en Bogotá fue $1.268.309, mientras que para los tecnólogos el ingreso promedio fue $1.354.853, para comparar el salario mínimo en ese año era de $689.454.
Así mismo, en la Ciudad la tasa de ocupación para personas con formación técnica y tecnológica es superior al 85,5%, 7,8 puntos por encima de la tasa para las personas con bachillerato (77,7%). El informe sobre la formación en EOE señala que en 2017 el porcentaje de quienes no estudian ni participan en el mercado laboral (los NINI), en las 23 principales ciudades y áreas del país fue 23,8%; en Bogotá la cifra de los NINI es más baja, 19,5%, cerca de 350.000 jóvenes entre 18 y 24 años, las mujeres representan alrededor del 65% del total de los NINI.
Las cifras anteriores sustentan la necesidad en Bogotá y en el resto del país de elaborar una política pública para fortalecer la EOE. No hay duda de que en la Ciudad existe espacio para incrementar la formación técnica y tecnológica. El problema es que ésta debe ser pertinente a las necesidades e intereses de cada ciudad, ¿qué es lo que las empresas están necesitando? y ¿qué quieren estudiar los jóvenes?; en este sentido debe ser claro que programas en tecnología vinculados a áreas como economía, administración y contaduría están saturados. Así mismo, la EOE debe ser de buena calidad y se requiere el compromiso de los empresarios para promover y ayudar a las instituciones que ofrecen los programas de EOE.
Por último, Bogotá y las demás secretarías de educación deben exigir al SENA mejorar la calidad de sus programas. Además, deben realizar ajustes a la educación media, el rendimiento académico y la orientación escolar son medulares al ingreso de los estudiantes a los programas de educación superior, el 42% de los bachilleres de Bogotá en el año 2018 tenían menos de 17 años. ¡Futuros alcaldes no se puede desaprovechar esta oportunidad, hay que hacerlo bien!
martes, 3 de septiembre de 2019
Educación y futuro de la humanidad
Educación y futuro de la humanidad
Por Ángel Pérez Martínez
Por primera vez en la historia de la vida
humana, está en duda que la generación siguiente tenga mejor calidad de vida que
la actual. A no ser que los seres humanos cambiemos drásticamente nuestro
comportamiento autodestructivo.
Comparto la afirmación del educador e
investigador de políticas educativas Michael Fullan, quien sostiene que: “la
humanidad siempre dependió de la dinámica de la evolución para terminar siempre
mejor, al final de cada lucha. Durante los últimos 20,000 años, en términos
generales, cada generación ha terminado mejor que la anterior, más recursos y mejor
calidad de la sociedad. Esta vez no estoy tan seguro. El cambio climático es
más nefasto; el futuro de los trabajos es impredecible cuando se mezcla con los
robots; además, la
capacidad de la humanidad para resolver problemas y finalmente llevarse bien es
muy precaria”.
Esta mirada pesimista del futuro de la
humanidad es difícil de entender si se observa la mayor velocidad para producir
y circular conocimiento; la cantidad de información en tiempo real; la captura
de miles de imágenes que no necesitan explicación. Lo anterior contrasta con el
bombardeo de mentiras, falsedades y notas irrelevantes que circulan en las
redes, pero que se vuelven tendencia en un mundo globalizado que a su vez es
cada vez más superficial y banal.
El mundo cambió y se globalizó. La competencia
económica y la necesidad de atender las demandas para garantizar nuestra
existencia (como alimentos, el cuidado de la salud, el vestuario, el
transporte, entre otros) y en algunos casos el confort, exacerban día a día los
procesos de globalización y las tasas de desarrollos tecnológicos para producir
miles de elementos útiles para la vida, y sin duda muchos inútiles. A la par,
se destaca en este siglo, el fortalecimiento de la robótica para incrementar
productividades, con bajo costo marginal, o para realizar funciones
especializadas que por su grado de exactitud o mecanicidad no es posible que el hombre las realice. El trabajo humano pasa
a segundo plano, nos volvimos obsoletos para algunos procesos productivos y se
están remplazando miles de empleos por esta causa; sin dejar de mencionar el desarrollo
de programas para sistematizar desde las actividades más complejas hasta las
más sencillas de la vida humana.
¿A qué costo? La respuesta al parecer poco
importa, tampoco la inestabilidad laboral, la precariedad de los ingresos y las
injusticias, como saber que millones de seres humanos padecen hambre o pobreza.
Ahora que poseemos información y medimos la pobreza nos acostumbramos a ella,
igual ocurre con la violencia y otras conductas que atentan contra la vida
humana y su desarrollo. ¿Dónde está la ética?
El futuro es incierto y no
podemos predecir con exactitud
cuál será el desarrollo de la humanidad en el futuro, ni las condiciones en que
se desenvolverá la vida social, familiar, cultural, laboral, y menos cómo se
ajustarán a los enormes cambios instituciones como el Estado, las empresas y
otras organizaciones sociales como los colegios, universidades y centros de
investigación.
En este estadio del desarrollo humano debe
aparecer la educación y su gran reto de ayudar a formar buenos seres humanos que
ayuden a estudiar y a mantener los equilibrios ambientales, el poder político
en favor de la vida y la tierra, y, sobre todo, para contar con seres humano
más comprometido con la vida humana con mayor justicia social.
Por fortuna, en este campo soy optimista. La
educación tradicional está cambiando, aunque no tan rápido como se necesita. El
maestro que lo sabía todo, tiende a desaparecer, hoy en la institución escolar
se acepta que el conocimiento está fuera del aula escolar, que se requiere aprender
a elaborar buenas preguntas, a dudar y a buscar información de buena calidad. Por
este camino se puede obtener evidencia y conocimiento para mejorar la toma de
decisiones. El señor Google puede llegar a ser eficiente en esta tarea, pero es
imprescindible aprender a usarlo y volverlo útil para el interés de la vida humana.
Los profesores han entendido que ellos no son
la esencia del conocimiento, que su rol cambió. En el aula escolar los docentes
son motivadores, coordinadores y sobre todo facilitadores de aprendizajes,
desde donde ayudan a resolver problemas o a encontrar respuestas a los
estudiantes, así como a validar o a contrastar sus afirmaciones. Los docentes
cada más entendieron que en la vida real se impone la colaboración y el trabajo
en equipo; por ello, hoy se trabaja en grupos en el aula, se usa menos el
tablero, existe menos autoritarismo y se busca con afán la participación de los
alumnos. Los ambientes de aprendizaje y enseñanza están cambiando.
También, nuevos retos aparecieron: el manejo de
emociones y competencias socio emocionales llegó a la escuela. El dialogo y la
participación con los padres de familia hoy se considera imprescindible para
los procesos de mejoramiento educativo. Las redes entre docentes y entre éstos
y los padres de familia son de uso normal en la mayoría de las aulas. La
tecnología empieza a ingresar al aula.
El futuro de la humanidad es
incierto, la educación debe jugar su rol con maestros preparados y
comprometidos en la formación de los estudiantes y con la comunidad para
reversar esta situación de inminente desastre, como sostiene otro estudio:
“Para navegar a través de esta incertidumbre, los estudiantes deberán
desarrollar curiosidad, imaginación, resiliencia y autorregulación; deberán
respetar y apreciar las ideas, perspectivas y valores de los demás; y
necesitarán enfrentar el fracaso y el rechazo, y avanzar frente a la
adversidad. Su motivación será más que conseguir un buen trabajo y un alto
ingreso; También tendrán que preocuparse por el bienestar de sus amigos,
familiares, sus comunidades y el planeta”
Para entender la necesidad de
fortalecer la educación con respecto al futuro de la humanidad, de nuevo
retomamos a Fullan: “La
educación tiene un papel especial que debe desempeñar para poder anticipar y
vincular el presente con el futuro en tiempo real. Ninguna otra institución
tiene un papel más crítico en salvar a la sociedad de la desintegración en el futuro.
De hecho, la educación debe ser la luz al final del túnel, mediante el
desarrollo positivo y proactivo de alternativas en tiempo real.”
Odio y educación
Odio y educación
Por
Ángel Pérez Martínez
La filósofa
alemana Carolin Emcke sostiene que: “en
un espacio público cada vez más polarizado, se impone una línea de pensamiento
que solo permite dudar de las opiniones ajenas, nunca de las propias”.
En su
extraordinario libro “Contra el Odio”, Emcke toma posición sobre cómo
pensamientos absolutos ligados a estructuras de poder de la sociedad, que
pueden estar arriba o debajo de la pirámide social, son los que permiten y
sustentan el odio hacia el otro. Cuando odiamos, de alguna manera producimos un
sentimiento que se descarga contra el otro, hacer que se sienta mal y hasta
lograr, de manera intencionada, que sufra. El odio es irreflexivo, se nutre de
pensamientos donde no hay dudas, donde no se cuestiona y no se razona: “si dudaran no podrían estar tan furiosos;
odiar requiere una certeza absoluta” dice la autora.
El odio se
construye, solo necesita un lenguaje y una persona o un grupo de personas para
mentir, engañar o despreciar. Quien odia tiene la necesidad de fortalecer
pensamientos o visiones de la vida en términos absolutos, de desarrollar
convicciones donde no es posible permitir la tolerancia, el perdón o la
humildad. El odio no permite la reflexión o el perdón, menos ponerse en los
zapatos del otro, para congraciarse con él. El odio no requiere verdades, ni
demostraciones de ninguna índole. A través del odio se exacerban pasiones y
ello explica el porqué se actúa más sobre el engaño y la mentira; por eso
quienes odian justifican hasta lograr que parezca normal afectar la dignidad y
la vida del ser humano. La historia de la humanidad tiene ejemplos aterradores
sobre cómo a nombre de verdades absolutas se maltrató, se humilló y hasta se
mató.
El odio humano
en masa, el odio político, puede justificar la acción violenta contra el otro y
dar el paso necesario para justificar la humillación, el maltrato físico y
hasta la discriminación humana, que normalmente terminan afectando a los más
débiles o a los más indefensos.
El odio en términos políticos busca dividir, para nada le interesa
la verdad, menos los consensos, el fortalecimiento de la democracia y los
propósitos comunes de sociedad. El objeto de quienes estimulan el odio desde la
política y el poder es cultivar su desarrollo día tras día, acá no hay centro
ni tibios, ellos saben que detrás de su accionar político se esconde el
propósito de crear fanáticos o enemigos.
Quien odia está
obligado a usar un lenguaje directo, a veces brutal, con señalamientos. En lo
político se prepara la comunicación con violencia y sinrazones. Trump es un
buen ejemplo, la sanción, la amenaza y la dureza de su léxico, son su éxito
político; las redes sociales ayudan a cumplir su descarga de emociones vanas
que unos compran y otros atacan. Las redes permiten planear piezas
comunicativas desde donde se direccionan juicios prefijados: “cuidado viene el
chavismo”; “necesitamos un muro en la frontera con México porque ahí entran los
malandros latinos”; “a los pobres no hay que regalarles nada porque se
malacostumbran” y “la fuerza, la autoridad y el castigo son la ley”
El problema es
que el odio se fomenta a partir de conocer bien las pasiones humanas y sus
debilidades. En cambio, no odiar parece más complejo, se requiere el uso de la
razón y de un pensamiento crítico que privilegie la verdad y los valores
colectivos. Más educación y formación para buscar la verdad, controlar lo
emocional y reflexionar con sentido humano, contra las verdades absolutas que
unos y otros venden. El mejor antídoto al odio es el camino del conocimiento,
encontrar respuestas a la duda y la búsqueda de la verdad; cuando se razona no
cabe el fanatismo ideológico o la verdad del poder.
Por último, en
una sociedad donde la mentira y el odio pululan pienso en las dificultades de
los maestros, en su trabajo diario en el aula con 30 o 40 adolescentes o
jóvenes, difícil enseñar a respetar al otro, a tener fe, esperanza y amor por
la condición humana. Sin embargo, reconozco que existen docentes que logran
pensar de manera pedagógica en función de sus estudiantes y del entorno en que
ellos conviven, sin dejarse amedrentar por los líderes o la política del odio.
Son docentes que entienden que su trabajo con los estudiantes es especial, que
requieren unos criterios morales superiores para valorar las acciones de quienes
odian y engañan, ellos luchan por formar buenos seres humanos.
Gracias a estos
maestros aún en las escuelas priman los principios morales de solidaridad,
respeto, equidad y amor, pero sobre todo parece volver a la escuela el
pensamiento crítico, como una forma de no dejarse llevar por la ola de la
destrucción y el engaño, que es lo que produce el odio humano.
La sociedad
requiere crear zonas protegidas donde no se incuben el odio y otras pasiones
mezquinas a la vida humana, algunos pensamos que la escuela y sus maestros
siguen siendo un gran acontecimiento para la vida humana en convivencia y sin
odio.
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